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Crisis en Georgia

martes, 19 de agosto de 2008

por Mundo Sin Guerras.

Sobre la crisis en el Cáucaso Sur, agosto 2008.

Antecedentes

Durante siglos, la población de Osetia del Sur ha convivido pacíficamente, salvo breves períodos de inestabilidad, producidos por tensiones externas.
Así fue entre 1918 a 1920, cuando las confrontaciones entre bolcheviques rusos y mencheviques georgianos condujeron a diversas revueltas, que finalizaron en 1922, tras el triunfo de los primeros y la formación de la URSS, con el establecimiento, decretado por Stalin, de la Región Autónoma de Osetia del Sur, con capital en la ciudad de Tsjinvali, entonces de mayoría étnica georgiana, dentro de la República Socialista Soviética de Georgia.

La relación entre la etnia de origen oseto-ruso y la georgiana (66% y 30% de la población respectivamente), con abundante interacción y mezclas, fue mucho mejor que en otras regiones caucasianas, donde la diversidad cultural y religiosa produjo repetidas fricciones a lo largo del siglo XX.
Entre 1989 y 1991, el nacionalismo georgiano, tendente a una emancipación respecto de la URSS, es contestado por un antagónico nacionalismo oseto pro-soviético, con una escalada de incidentes que condujeron a la presencia de supuestas fuerzas de paz rusas en el territorio, que resultaron crecientemente implicadas, cuando el conflicto subió de grado durante 1991 y 1992, tras la formalización como estado independiente de la República de Georgia y el primer referéndum independentista en Osetia. Finalmente, ante la creciente presión de Rusia, se firmó un cese de hostilidades que habría de ser supervisado por una fuerza de paz conjunta integrada por osetos, rusos y georgianos y con una misión permanente de la OSCE. En 1996, bajo los auspicios del entonces presidente de Georgia, Edvard Shevarnadze, se produjo el mayor avance pacificador, con la firma de un “memorándum de medidas para la seguridad y la confianza mutuas” entre ambos gobiernos, central y autónomo. Esto fue seguido de reasentamientos de refugiados en la zona y otras formas de cooperación entre ambas etnias para la reconstrucción de las infraestructuras. Un clima de distensión favoreció la tímida recuperación económica y la reactivación de la sociedad civil por varios años más.

SITUACION RECIENTE Y ACTUAL
Tras la Revolución Rosa de 2003, financiada por el multimillonario estadounidense George Soros y apoyada políticamente por Washington, llegó al poder en Georgia el pro-occidental Mijeíl Saakashvili, abogado formado en USA y claramente direccionado hacia la integración de Georgia en la OTAN. Este gobierno, comprometido con la llamada “Guerra al terrorismo” envió su ejército a Irak, hasta el punto de ser el tercer país extranjero en presencia militar, para recibir en contrapartida abundante material bélico de alta tecnología, junto con asesores militares de Israel y USA.
Por la parte oseta, durante la presencia de las “fuerzas de paz” rusas, se procedió a la formación de un ejército regular propio y se celebraron elecciones presidenciales, obviamente impugnadas desde Tiflis, que dejaron en el poder, en 2001, a Eduard Kokoiti. Gran parte de la población oseta recibió pasaportes que les acreditaban como ciudadanos rusos.
De hecho, parte de la región estaba bajo el control de Georgia, mientras la mayoría del territorio estaba controlado por fuerzas osetas, que fueron además reforzadas por voluntarios rusos, tras el pronunciamiento de la Duma en apoyo al gobierno, de facto independiente, de Osetia del Sur, frente a posibles e inminentes agresiones georgianas.
En este trasfondo de tensión creciente, se celebraron en 2005 nuevas conversaciones, al amparo de la Asamblea Parlamentaria del Consejo Europeo en Estrasburgo, donde Saakashvili propuso (tal vez algo tarde) nuevas formas de integración a la región autónoma oseta dentro del Estado Georgiano y un plan de pacificación para tres años con participación de fuerzas policiales conjuntas y bajo supervisión internacional. Este plan no tuvo eco en la otra parte y en 2006 hubo una nueva escalda en escaramuzas y agresiones. Osetia del Sur abrió fuego contra un helicóptero donde viajaba el Ministro de Defensa georgiano, poco después denunció haber desarticulado comandos georgianos que planeaban acciones de boicot y convocó un nuevo referéndum por la independencia ese año. Por su parte, desde Tiflis se impulsaron elecciones en la parte del territorio controlada por Georgia, de donde salió un Presidente alternativo para la región, Dmitry Sanakoyev, que fue apoyado en detrimento de Kokoiti.
Ninguno de ambos presidentes fue reconocido internacionalmente, como no había sido reconocido el referéndum independentista, en el que no había participado la población de etnia georgiana.
Nuevos incidentes y choques se fueron alternando in crescendo entre ambas facciones durante 2007, llevando la tensión a los ámbitos internacionales. Observadores de la OTAN invitados por Georgia denunciaron violaciones del espacio aéreo a cargo de aviones rusos. Nuevos incidentes y acusaciones mutuas se suceden en 2008, sin que observadores europeos invitados pudieran establecer quien era responsable de iniciar el fuego en cada caso.
Simultáneamente, Moscú reconoce violaciones del espacio aéreo georgiano y haber enviado efectivos a Osetia del Sur para ayudar en la defensa frente a un ataque georgiano. Por su parte, USA promete públicamente al gobierno de Tiflis pleno apoyo de la OTAN para resolver sus problemas en Abjasia y en Osetia del Sur, como parte del proceso de integración de su país en la Alianza Atlántica. Altercados diplomáticos y acusaciones mutuas se suceden mientras maniobras militares de Rusia y de la OTAN se celebran en las cercanías de la zona y el ejército georgiano recupera sus contingentes desplazados en Irak para reforzar la frontera con Osetia.
Durante los primeros días de Agosto, los intercambios de fuego entre las zonas controladas por ambos bandos se suceden. El gobierno de Tiflis decreta un cese del fuego unilateral, para proceder a las pocas horas a una ofensiva militar a gran escala, el día 7, coincidiendo con la inauguración de los JJOO de Pekín. Formalmente presentada como una acción de “restablecimiento del orden constitucional”, la campaña de destrucción masiva sobre la capital Tsjinvali y el territorio controlado por fuerzas osetas y rusas, presenta unas características propias de una operación de castigo y exterminio sobre la población civil, estimándose en hasta 2.000 muertos y 30.000 desplazados el primer coste humano de la confrontación. El día 8, Rusia responde con una acción, también a gran escala pero con un potencial netamente superior, haciendo retroceder en los días posteriores al ejército georgiano y continuando la ofensiva más allá de las fronteras de la región autónoma pasando a dominar y controlar territorios y ciudades de Georgia. Nuevas escaramuzas bélicas entre fuerzas rusas y georgianas tuvieron lugar en el Mar Caspio y en la región autónoma de Abjasia.
Por iniciativa de UE, un acuerdo de paz ha sido firmado entre Georgia y Rusia, por sus respectivos presidentes, Medvedev y Saakashvili, si bien no hay acuerdo en cuanto a los plazos de cumplimiento de detalles como la retirada de los respectivos ejércitos y otros matices en la aplicación del tratado. El intercambio de acusaciones de entre USA y la Federación Rusa ha llevado al máximo nivel internacional la escalada de tensiones, similar a los tiempos de la Guerra Fría.

CONCLUSIONES Y PROPUESTAS
Una vez más, la convivencia de los pueblos se ha visto alterada y rota por los intereses de las grandes potencias y los poderes económicos. La organización de los países mediante la estructura política de los Estados Nacionales, heredada del Siglo XX, se manifiesta nuevamente insuficiente e inadecuada para dar cabida a las variadas situaciones internas de las poblaciones. Lejos de adecuarse a las necesidades de los pueblos, estas estructuras se manifiestan como instrumentos al servicio de los poderes transnacionales para dividir y enfrentar poblaciones en función de intereses que les son ajenos. Un mundo nuevo se está gestando, donde a las herencias históricas sin resolver se le suman los cambios, fruto de la movilidad demográfica y las nuevas aspiraciones identitarias en construcción todavía.
Todo el llamado orden internacional pierde credibilidad, cuando la formación y reconocimiento de nuevos estados independientes se establece de acuerdo a pulsos de poder entre facciones de superpotencias y alianzas estratégicas por el control de los recursos. Así se ha demostrado recientemente en el Cáucaso, en los Balcanes y en los intentos secesionistas de Latinoamérica, donde el juego entre fuerzas económicas y militares ha establecido (o ha intentado establecer) la legitimidad de nuevos Estados, por encima de los sentimientos de pertenencia o de identidad cultural de pueblos y etnias. La crispación se impone por encima de los deseos de convivencia pacíficos y toda oportunidad de construcción consensuada es derribada por las aspiraciones de control geoestratégico que amenazan con llevar nuestro mundo a la catástrofe.
En el caso de Osetia del Sur, es un derecho de la población y es una responsabilidad de la comunidad internacional, que se les permita y se les facilite la oportunidad de construir su propia entidad nacional en acuerdo entre etnias de trayectoria confluyente y cuyo recorrido histórico en conjunto se estaba desarrollando por los cauces de la inter-relación y el consenso.
Por supuesto que la máxima prioridad es la retirada de todo ejército invasor y el envío de ayuda para paliar en lo posible el desastre humano que han producido las incalificables intervenciones armadas contra la población civil en toda la zona afectada. Un acuerdo entre los estados beligerantes y las autoridades locales que estaban funcionando, debería abrir un período de reasentamiento de la población y de reconstrucción de la convivencia. Una fuerza internacional de paz, procedente de países fehacientemente neutrales, debería mantener un “corredor de seguridad” hasta que la dinámica de los acontecimientos hiciera posible una fluida interacción con los territorios vecinos. Sería posteriormente a ese período, de reconstrucción de la sociedad civil y las relaciones vecinales, que sería posible una definición de soberanía o de integración territorial en alguna de las opciones que el ordenamiento internacional permite.
En cuanto a la dinámica de las grandes potencias, USA y Rusia han demostrado otra vez su desprecio por la legalidad y las reglas del juego internacionales, cuando se trata de asegurar sus intereses estratégicos en cuanto a control militar, acceso a los recursos energéticos y defensa de los intereses económicos de los grupos transnacionales que actúan detrás de los Estados. En esta ocasión, es Rusia la que ha transgredido claramente los límites formales de las fronteras establecidas entre estados soberanos reconocidos. No ha hecho sino responder a la provocación de USA y la OTAN, que estaban detrás de la última ofensiva georgiana. La Unión Europea ha presentado un plan de paz aceptable para Moscú y que diera una salida al conflicto. La presión de Washington no ha hecho avanzar más allá a la UE, demasiado cercana a Rusia geográficamente para aceptar involucrarse en una nueva escalada de plano de la confrontación bélica y demasiado dependiente energéticamente para llevar las tensiones diplomáticas a una situación insostenible.
Probablemente, por esta vez, no se vaya más allá en la implicación directa de las potencias que manejan el potencial destructivo suficiente para destruir varias veces nuestro planeta. Pero su irresponsabilidad queda nuevamente manifiesta, cuando no dejan de incrementar poco a poco los niveles de tensión acumulada en diferentes zonas del mundo. La búsqueda de la hegemonía y el control de los recursos, así como el beneficio inmediato de las transnacionales que animan desde atrás el juego de intereses, no plantean en última instancia más que dos opciones: el control total de los recursos del mundo por una facción, o el desastre total que puede desencadenarse en alguno de los pulsos de poder parciales que se producen.
Ya no solamente son ilegítimas estas maniobras en que se están utilizando otros pueblos y estados como agentes intermedios, expuestos directamente una destrucción más o menos parcial. Se trata de que la carga de tensiones repartidas por el globo aumenta de año en año y el riesgo que corren las poblaciones también. Toda la especie está en riesgo creciente de desastre, por que en cualquier momento puede haber una escalada fuera de control o un agente intermedio que fuerce más allá de un posible punto de retorno.
Es por ello que Mundo sin Guerras hace un llamamiento a la opinión pública de todo el mundo para que se tome una posición firme. Es el momento de que las poblaciones en su conjunto luchen por su supervivencia como género humano. Es hora de acabar con los arsenales nucleares que mantienen permanentemente en peligro el futuro de todos. Los ejércitos destacados en territorios ajenos, deben replegarse para cesar de producir efectos urticantes y acumuladores de tensión. Un nuevo orden internacional debe ser construido tomando como base los consensos y no las coacciones. Es tiempo ya de que los pueblos hagan oír su voz, buscando su derecho a tener un futuro. Para que las nuevas generaciones puedan tener un mundo y para que ese mundo sea mejor que el actual, las voces de todos deben unirse. Si la amenaza es global, deberá empezar a haber respuestas globales también. Los pueblos deberán hacerse oír por sus gobiernos, pero también se plantea ya la necesidad de formas de acción y expresión internacionales en la búsqueda de la paz. Es el momento de acciones coordinadas entre los países. Es tiempo de tomar iniciativas. Ha llegado el momento de lanzar una Marcha Mundial por la Paz y la No-violencia.


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