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El conflicto Palestino - Israelí

viernes, 12 de diciembre de 2008

por Mónica Czyza, Regional Europea de la Internacional Humanista.

El enfrentamiento entre palestinos e israelíes lleva ya más de cincuenta años y lo que interesa resaltar es el carácter nacional de esta disputa, esto es, la lucha de dos movimientos nacionales que aspiran a su realización en un mismo territorio. En estos casos se sabe por experiencia histórica que la afirmación total de un nacionalismo siempre lo es en detrimento del otro.

Desde el establecimiento (a fines del siglo XIX) en Palestina del movimiento nacional judío, el sionismo, éste ignorará la mera existencia de una Palestina árabe. Sin embargo, hoy se puede afirmar que la nación palestina se ha configurado, precisamente, por esa negación del sionismo. La propia construcción nacional judía en Israel, ha servido, a su vez, como espejo para la formación de una conciencia nacional palestina.

Durante el Mandato Británico de 1920 se desenvolverá primero un conflicto intercomunitario entre judíos inmigrantes que buscaban hacer una patria del Ishuv, el asentamiento para-estatal en Palestina, y los antiguos habitantes árabes de Palestina que querían impedir la inmigración judía porque según la visión de entonces amenazaba su propia identidad y su inclusión en una Gran Siria totalmente árabe. Este enfrentamiento se transformará a partir de 1948 en conflicto internacional a raíz de la intervención de los ejércitos de los estados árabes vecinos que se opondrán a la partición de Palestina decidida por la ONU y a la consecuente creación de un estado judío.

La evolución de la identidad palestina sufrirá cambios importantes ante la creación del Estado de Israel e incluso se verá opacada por la transformación del conflicto local palestino-israelí en el conflicto regional mayor árabe-israelí. Lo palestino quedará difuminado en la identidad mayor árabe que se proponía como principal.

Asimismo, las expulsiones, la huida y el exilio consecuentes a la victoria israelí transformará a miles de palestinos en refugiados. Su construcción nacional será constreñida por el tironeo entre nuevos partícipes, 3 estados que buscan también su afirmación: una parte de los palestinos quedará dentro de la llamada Línea Verde del armisticio (el Estado de Israel) y pasarán a constituirse como árabes israelíes, ciudadanos del nuevo estado de predominancia judía, el cual se define étnicamente como tal, Israel, el Estado Judío. Otra parte, en la Margen Occidental anexada por Transjordania (devenida entonces en el Reino Hashemita de Jordania) los palestinos serán considerados jordanos y Jordania intentará, vanamente, un proceso de jordanización que aleje la posibilidad de una construcción palestina que cuestione la legitimidad del propio reino, que pasará a tener una mayoría de población palestina y no específicamente beduina, como lo era el núcleo originario de la Transjordania del Rey Abdullah. Otra pequeña porción palestina quedará bajo la administración egipcia en Gaza y entre ellos el régimen nasserista promoverá su palestinidad pero en el marco mayor panárabe para utilizarlos en su confrontación contra el nuevo gran enemigo de los árabes: Israel.

Pero ni el panarabismo nasserista ni la jordanización lograrán menoscabar la identidad particular palestina. En el hacinamiento de los campamentos de refugiados de Jordania, Siria, Líbano y en la diáspora de Egipto, Irak, el Golfo y otros países se irá amalgamando la base de un movimiento de liberación nacional palestino.

Paralelamente, la confrontación entre ambos pretenderá tapar las contradicciones internas, como siempre buscan y obtienen los nacionalismos. El proyecto nacional dominante en el lado israelí llevará el cuño laborista y el Estado construido se hará sobre esa ideología. Del lado palestino predominará la forma nacionalista populista que imprimirá el sector político hegemónico, el MLP, Al Fatah. Pero ambos tendrán contendientes internos que disputarán qué tipo de nación se quiere construir.

Las guerras de 1967 y 1973 y el marco general de la confrontación Este-Oeste significarán un giro trascendental en la política israelí: las adquisiciones territoriales como resultado de sus victorias militares ya no serán bazas para negociarlas por reconocimiento como estado, sino la retención de los mismos como parte de una nueva concepción triunfalista anexionista que impulsará un nuevo nacionalismo etnicista-religioso. Desde ese momento, los Territorios Ocupados de la Margen Occidental serán denominados según la tradición histórica judía, Samaria al norte y Judea al sur, recuperadas y no ocupadas según la óptica de los nacionalistas religiosos. Más tarde, el Golán sirio y Jerusalén serán anexados a Israel y la Ciudad Santa de las tres grandes religiones abrahamánicas será considerada oficialmente capital eterna e indivisa del Estado de Israel.

El endurecimiento israelí tendrá, de todos modos, efectos favorables para el desarrollo de la conciencia nacional palestina, pues la ocupación total del territorio por no-arabes reforzará sus particularidades diferenciadoras. Ya no quedarán palestinos bajo dominio que no sea israelí. Asimismo, la matanza y expulsión de los sobrevivientes de la masacre de Setiembre Negro de 1970 perpetrada por el gobierno jordano y la muerte de Nasser en ese mismo año convencerán a los palestinos que su afirmación sólo podría lograrse por sí mismos y no mediante la intervención de otras naciones árabes, como Egipto o Siria. Otro factor de la ocupación total israelí será el convencimiento de que Israel esta allí para quedarse, que los judíos no podrán ser arrojados al mar como se había pensado.

Más tarde, los asentamientos de colonos judíos en territorio ocupado mostrarán a un movimiento de base religiosa que busca conciliar mesianismo con nacionalismo y que intenta sustituir al sionismo por un estado judío etnicista y excluyente. Del lado palestino, a su vez, este proyecto de judeización forzada de los Territorios y la creciente confiscación de tierras palestinas, generarán una mayor resistencia (la Intifada) a la cual se acoplará un nuevo competidor del nacionalismo, la resistencia islámica, fruto de la influencia de la nueva militancia islámica que busca la construcción de un estado islámico y no un estado nacional laico.

La Intifada (el levantamiento nacional palestino de 1987) y la desaparición de la Unión Soviética serán los antecedentes inmediatos de las negociaciones de paz que se abrirán en 1991, desenvueltas hasta la actualidad fuera del sistema internacional, en el marco de la intermediación de EE.UU., y posibles por la nueva situación internacional de predominio unipolar norteamericano, y por ello de acuerdo a la voluntad israelí, que siempre desconfió de las Naciones Unidas, ya que el voto mayoritario de los estados que la componen siempre condenó a Israel.

Pero esas negociaciones tuvieron en sus comienzos un subproducto positivo: el mutuo reconocimiento de ambos nacionalismos. Por primera vez, el Estado de Israel reconoció a los palestinos como tales al aceptar una negociación con ellos y los palestinos, por su parte, también ya habían aceptado poco antes a Israel al manifestar su voluntad de construcción de su estado independiente palestino sólo en la Margen Occidental y Gaza, admitiendo de este modo el derecho a la existencia de Israel en el resto de la Palestina histórica y su voluntad negociadora para el resto.

Sin embargo, la parcialidad de EE.UU. hacia Israel y la carencia de apoyos internacionales de los palestinos provocarán la frustración de las tratativas de lo acordado: paz por territorios, principio que se encuentra en el espíritu de las resoluciones 242 y 338 de las Naciones Unidas, que exigían a Israel la retirada de los Territorios y a los árabes el reconocimiento de Israel.

El fortalecimiento de la derecha nacionalista y religiosa israelí, avaladas indirectamente por los diferentes gobiernos israelíes al mantener y expandir los asentamientos judíos (expresamente prohibidos por los acuerdos firmados) y la respuesta terrorista por parte de la intransigencia palestina, llevarán al estancamiento y a un callejón sin salida hasta fines del 2004, en donde Yasser Arafat, líder histórico palestino, muere y asume la dirigencia de la ANP una facción moderada y resuelta a continuar las negociaciones con los israelíes.

DENUNCIA

El pueblo palestino está sometido a ocupación. Esa ocupación es obviamente ilegal en virtud del derecho internacional y de las múltiples resoluciones de Naciones Unidas.p

Según un informe elaborado para el año 2004 del Centro Palestino de Derechos Humanos de Gaza, el ejército israelí mató a 834 palestinos, de los cuales 667 eran civiles, 167 niños, 13 mujeres y 19 mayores de 60 años e hirió a 1844 personas. Desde el comienzo de la segunda intifada, en el año 2000, han muerto 3196 civiles, incluidos 618 niños y hay 8545 heridos, de los cuales cientos tienen lesiones permanentes.

“En los Territorios Ocupados, el ejército israelí derribó viviendas y mató a un número cada vez mayor de palestinos. Murieron alrededor de 700 palestinos, entre ellos 150 niños. El ejército israelí mató a la mayoría ilegítimamente al efectuar de modo temerario disparos, bombardeos o ataques aéreos contra campos de refugiados y otras zonas densamente pobladas de Cisjordania y la Franja de Gaza. Las fuerzas israelíes siguieron llevando a cabo ejecuciones extrajudiciales de miembros y dirigentes de Hamas y de otros grupos palestinos, en las que con frecuencia resultaron muertas o heridas personas que pasaban cerca del lugar donde se desarrollaban los hechos. Unos 109 israelíes, en la mayoría de los casos civiles y entre ellos ocho niños, murieron como consecuencia de atentados suicidas con explosivos, disparos de armas de fuego y ataques de mortero efectuados por grupos armados palestinos en Israel y en los Territorios Ocupados.
En Cisjordania y la Franja de Gaza se intensificó la destrucción sistemática de viviendas, tierras y bienes palestinos en la mayor oleada de demolición de casas registrada en la Franja de Gaza desde el comienzo de la Intifada (alzamiento). El ejército israelí derribó en mayo alrededor de 300 viviendas y dañó unas 270 más en un campo de refugiados de Rafah, dejando sin hogar a cerca de 4.000 palestinos. A pesar de la resolución de la Corte Internacional de Justicia, Israel siguió construyendo en Cisjordania una valla/muro de 600 kilómetros que rodeaba y aislaba a ciudades y pueblos palestinos. La valla/muro y los centenares de puestos de control y bloqueos establecidos por el ejército israelí en los Territorios Ocupados continuaron obstaculizando o impidiendo el acceso de los palestinos a sus tierras y lugares de trabajo, a los centros de salud y educación y a otros servicios básicos.”

Desde 1976 Israel ha sido el principal receptor de la ayuda exterior estadounidense. De acuerdo con el reporte del Servicio de Investigación del Congreso de Estados Unidos de noviembre del 2001, la ayuda estadounidense a Israel en el pasado medio siglo llegó a la suma gigantesca de 81.3 mil millones de dólares. En años recientes, Israel sigue siendo el principal receptor de la asistencia militar y económica de su aliado. El dato más comúnmente citado es de 3 mil millones de dólares al año, de los cuales 1.8 mil millones anuales son donaciones de fondos dentro del rubro Financiamiento Militar Externo (FME) del Departamento de Defensa, y 1.200 millones anuales del rubro Fondos de Apoyo Económico del Departamento de Estado. En síntesis, 17% de toda la ayuda exterior norteamericana se destina a Israel. Estados Unidos también regala armamento y municiones como parte del programa Exceso en Artículos de Defensa (EAD), entregándolos sin costo alguno. Entre 1994 y 2001, proveyó la mayor parte de armas a Israel mediante este programa.

La Corte Internacional de La Haya condenó a Israel a desmantelar el muro que encierra al pueblo palestino e indemnizar a los palestinos y puso en manos de la Asamblea General de Naciones Unidas (donde EEUU no tiene veto) tomar medidas contra su construcción y derribar lo construido sobre tierras palestinas confiscadas. Israel hizo caso omiso a esta resolución.

Asimismo, expertos norteamericanos y europeos calculan que Israel posee más de 200 artefactos, entre bombas y ojivas nucleares, así como cohetes portadores tierra–tierra, de mediano y largo alcance, que les permiten bombardear los diferentes países de la zona y si bien Estados Unidos exige un plan de desarme nuclear para todo Medio Oriente, excluye del mismo a Israel por considerarlo un “caso especial”.

PROPUESTA

Nuestra propuesta está basada en lo siguiente:
En primer término los pasos que tendría que dar Israel y en lo inmediato:

a. Devolución de los territorios de Gaza y Cisjordania y con respecto a las colonias israelíes instaladas en esos territorios, simplemente que sus habitantes puedan elegir si quieren quedarse y continuar su vida en Palestina en calidad de ciudadanos palestinos, o prefieren instalarse en otro lugar que el gobierno israelí les otorgará dentro del territorio israelí.

b. Destrucción del muro.

c. Desarme nuclear

En segundo término, tanto Israel como la comunidad internacional deberían apoyar económicamente a Palestina para que sus habitantes tengan acceso a trabajo, salud y educación. No se trata de convertir Palestina en el modelo occidental de vida, sino de que sus habitantes tengan acceso a condiciones dignas de vida a que cualquier ser humano tiene derecho.

Un tercer paso, es que el camino no se puede basar únicamente en la retirada israelí de los territorios ocupados, la destrucción del muro o ni siquiera la ayuda monetaria.

Requiere un proceso de reconciliación que aborde el tema de la responsabilidad, de las víctimas y victimarios por ambas partes.

Y la parte más dura le tocará a los israelíes, que deberán reconocer su papel de colonizadores, opresores y ocupantes y por sobre todo, reconocer que si bien Israel es un “oasis” occidental en el Medio Oriente, tendrán que compartirlo con sus vecinos “pobres” palestinos. Ya no pueden mirar solamente hacia occidente sin tener en cuenta y sin importarles lo que pasa a su alrededor.

Por su lado los palestinos deberán convencerse definitivamente de que los judíos llegaron para quedarse y que ya no es posible “arrojarlos al mar” y que tienen tanto derecho a la tierra como ellos mismos.

Un proceso que supusiera un esfuerzo por alcanzar la reconciliación sería aquel que no se centrara únicamente en establecer culpables, sino que además tratara de identificar las necesidades y obligaciones de las diferentes comunidades. La demanda palestina de justicia puede servir para volver a regular la vida allí donde la vida fue interrumpida. No se debe hacer justicia para causar sufrimiento a los verdugos, sino para impedir que se continúe sufriendo.

Este juicio no retributivo fue el ofrecido por la “Comisión de la verdad” presidida por el arzobispo Desmond Tutu en Sudáfrica. El poder de esta comisión radicaba tanto en su rechazo a imponer castigos como en su insistencia en discutir futuras relaciones entre las diferentes comunidades en Sudáfrica. Era la única forma de asegurar que las víctimas no se pudieran transformar en verdugos.

Víctimas y victimarios tienen que tener la oportunidad de encontrarse y por un lado, la víctima denunciar públicamente su sufrimiento y por otro lado, el victimario reconocer públicamente lo que ha hecho (contar lo que ha pasado) y expresar su arrepentimiento y motivaciones. Como ha pasado en Sudáfrica, la comisión puede decidir si conceder el perdón o no y en este último caso el responsable tendrá que afrontar un juicio.

Sólo de este modo podrá comenzarse un proceso de reconciliación entre ambos pueblos, reconocerse por sobre todo como seres humanos y ya no como enemigos.

Y la Comunidad Europea puede desempeñar un rol importante en este proceso, no solamente facilitando recursos para aliviar a la hundida economía palestina, sino por su amplia experiencia luego de siglos de guerras territoriales, religiosas y étnicas.

Europa tendría que desarrollar el rol de intermediaria para proceder al desarme nuclear en la zona, devolución de territorios, destrucción del muro y la constitución de un comité de reconciliación entre palestinos e israelíes.

Europa puede desempeñar este papel con la creación de un grupo internacional, interétnico e interreligioso de voluntarios civiles, formados en la no violencia y la resolución de conflictos, que puedan acudir al lugar con un plan de trabajo concreto, trabajar con israelíes y palestinos y que puedan moverse tanto a nivel de gobiernos como de la gente común y en completa colaboración con asociaciones no violentas de Israel y Palestina.

Por último, y con respecto a Jerusalén del este, esta ciudad debería ser declarada patrimonio de la humanidad e internacionalizada. Siendo sede de tres grandes religiones, debería ser administrada por sus propios habitantes y políticamente no pertenecer a nadie en particular y a todos en general.

Palestina e Israel, son una fuente de conflictos permanentes desde hace mas de 50 años, no se puede seguir siendo indiferentes. El conflicto debe convertirse en reconciliación y en futuro abierto para todos los que lo sufren cada día.


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